A estas alturas de la película, resulta indudable que la fotografía y los escenarios en las series de Vince Gilligan están especialmente cuidados (Breaking Bad y Better Call Saul son buenas muestras de ello). Su última creación, la intrigante distopía de Pluribus, ofrece un panorama inspirado por los avances tecnológicos de la sociedad contemporánea que se apoya en la ciencia como pilar fundamental, lo que hace posible en la trama la detección de una señal extraterrestre a 600 años luz o los trabajos con el genoma en avanzados laboratorios. La arquitectura de vanguardia o con tintes futuristas suele acompañar a las tramas de esta índole para reforzar esa sensación de palpitante novedad. Así se observa en películas como Passengers, Ex Machina o en muchos episodios de Black Mirror.
Sin embargo, no sucede así en Pluribus, o no al menos en el ambiente doméstico de la protagonista. Carol Sturka, una escritora de novelas románticas y fantásticas, vive en una urbanización a las afueras de Albuquerque donde las viviendas comparten una estética basada en los tonos térreos que muestra hacia el exterior sus estructuras leñosas, totalmente alejada del concepto futurista. Carol vive al final del fondo de saco, la última vivienda de la urbanización, lo que de algún modo le da la singularidad necesaria del protagonista de la serie, pero que en realidad no deja de ser una casa más en serie del modelo de urbanización de extrarradio. En el interior se observan vigas de madera apoyadas en ménsulas con volutas. Las paredes, entre arcos de medio punto, presentan tonos tierra claros con aristas atenuadas y redondeadas más propias de la arquitectura tradicional que de los afilados y rectilíneos trazos de las formas futuristas, y sus materiales reproducen revocos y estucos en vez de blancos puros y modernos metalizados.
En efecto, la casa de la protagonista es del estilo que los estadounidenses convinieron en llamar colonial. Concretamente, se asemeja a las viviendas castellanas cuyo modelo reprodujeron los españoles en América desde finales del siglo XV. Esta vivienda en Nuevo Mexico bebe de los modelos del pasado al reproducir sus elementos estéticos que la identifican. Sin embargo, la estructura organizativa y la distribución es ajena a esos modelos tradicionales, por lo que en el fondo este estilo colonial en la vivienda de Carol es un artificio, un revestimiento de tinte historicista en una contemporánea casa de urbanización.
Esto puede interpretarse como una disonancia buscada por Gilligan, un toque de originalidad (otro más) en esta distopía, o quizá trate de transmitirnos que el gusto por estos revivals en determinados contextos es precisamente una señal de nuestro tiempo y una previsión para el futuro cercano. En cualquier caso, no deja de ser curioso que se haya elegido en el segundo episodio de la serie el calatravesco aeropuerto de Bilbao como lugar de la reunión de personajes de diversas nacionalidades. Un toque futurista que se aleja de lo doméstico y que sirve de escenario de encuentro para unos pocos individuos que han escapado al pluribus.
